Con esta entrada prometo terminar por hoy. Como decía en la anterior, aquello de la dietista no me afectó demasiado, pero aunque parezca una tontería, el peor sentimiento llegó al pasar por portales con cristales o escaparates, donde verme reflejado. Antes pasaba y ni me miraba, tampoco es que sea coqueto, pero me miraba y me veía GORDO, no creía que estuviera metido en ese cuerpo, por más que me fatigue conforme ando (que jamás antes me había pasado)... he estado un año o dos con vida sedentaria y he ignorado comentarios de: estás tremendo y similares, pero no era consciente de que llevaban razón.
Es como si fuera un anciano o yo que sé, y lo peor es que antes tuve mi silueta... soy una sombre de quien fui.
Eso por si solo ya me afectó, pero lo peor fue cuando mi hermana se puso a mi lado y nos echamos una foto con su movil. Bien es cierto que ella es delgada, demasiado diría yo (y la que se burla de mis kilos de más), pero me vi ahi con la cara redonda, con mucha papada, casi ni se me veía la barbilla y unos mofletes que me asemejaban más a un bulldog o a un oso que a una persona. Por algo siempre evito las fotos, por más que me digan: soso o asqueroso...
O sea, me sentía como si estuviera en una burbuja, hubiera salido y viera ahora que donde me refugiaba, no era invulnerable de la realidad. Luego por la calle mientras iba a clase, un hormonado adolescente desde su balcón con otro chico, me gritaron: ¡Gordo! ¡Gordo! y se escondieron, los muy cobardes. Tampoco les iba a soltar insultos barriobajeros, porque soy pasota, pero con la cantidad de gente que pasaba, tuvieron que fijarse en mi. Y eso que no utilizo colores vivos, siempre me vereis con oscuros... pero mi masa corporal, obvio que no se puede ocultar.
En fin, era una pequeña reflexión de lo acontecido, quizá un bajón que lo suelo sobrellevar, pero tengo confianza y fe en que conforme pasen los meses, podré sentirme bien por salud y gozar de más autoestima.
